jueves, 25 de marzo de 2010

HUBO UN TIEMPO

Para Adrián Torres

Hubo un tiempo en que el hombre
medía su existencia por las salidas de Sol,
y celebraba con júbilo
los cambios de las estaciones:

la caída silenciosa de la nieve,
el crujir de la hojarasca y el viento melancólico
con sus silbidos ancestrales,
la aparición solemne de los prados
y de las rosas y las amapolas en el campo,
y los atardeceres llenos de un Sol implacable.

Hubo un tiempo en que la noche
imponía su vastedad oscura, habitada
por dioses malignos y sus sombras,
haciendo recluir al hombre sin tiempo
en asombros indescifrables.
El hombre estaba en armonía con el tiempo,
ni se atrasaba ni se adelantaba en la faena,
tampoco en su salida de este paraíso
entregado en sus manos.

Hubo también un tiempo en que cada amanecer
imponía su presente y cada cosa permanecía en su sitio,
ni pasado ni futuro mortificaba el alma de los hombres.
Sólo un ahora ingenuo y natural abarcaba su mirada
limpia de deseos para imponerse a los días.

Pero hoy, en este tiempo donde los relojes
parecen habitar como espectros que vigilan,
una vida no alcanza para añorar el pasado
y desear ese futuro que nos devora el corazón.
Sólo tengo este presente para sentir que estoy vivo
y dar gracias por que tú, querido hermano, estás a mi lado,
para abrir juntos nuestras manos hacia el cielo
y esperar que los instantes compartidos se hagan eternos.

miércoles, 24 de marzo de 2010

MADRUGADA EN TAXI


Cuando todavía es de madrugada
y la oscuridad apenas se desvanece,
Denisse medita mientras observa
las calles de la ciudad, vacías y solitarias.

Su piel cansada de excesos
aún siente las manos que la tocaron
y las miradas que llenas de deseo
y sin pudor de hombre la miraron.

Y en ese frenesí de sensaciones
ella recuerda la voz de su pequeña,
que pregunta por la soledad de sus noches
y por el beso que nunca llega al acostarse.

Lágrimas furtivas asoman a sus ojos,
Denisse llora en silencio su incierto destino,
y de pronto recuerda en su corazón
a quienes la han amado en su camino:

el abrazo cálido de su madre,
el beso tierno de su primer amor,
y las palabras de perdón que en su conciencia
a cada momento deposita Dios.

lunes, 22 de marzo de 2010

TU SILENCIO

Madre, me deslumbra tu silencio,
como ese que brota de ti ante el insulto
y el valle de lágrimas que te acompaña,
y que sublimas paciente y resignada
en las cuentas del rosario,
donde pides por las almas de tus muertos
y los muertos de todos los tiempos.

Pero dime: ¿en qué lugar tu corazón habita?
¿Cuáles son los rincones de tu alma impenetrados?
¿Qué dolor ocultas, que recuerdo amargo callas?
Dime Madre, ¿cuándo lloras tus lágrimas?
Para que en ese preciso momento
postrado ante ese Dios que tú invocas,
le pida que abandone su silencio eterno
y susurre a tu oído palabras de perdón y de dulzura.

Madre, eres derroche de oración a duermevela
esperando siempre que alguien te acompañe
para despertar al Todopoderoso que se esconde.
Yo a veces te acompaño cuando te veo,
y en silencio, mientras tú dormitas,
sigo la oración que aún no terminaste.

Madre, eres diamante que se oculta,
eres fragilidad resignada,
libro escrito sin palabras.
Eres guerrera de una sola pieza,
solitaria.
Eres ejemplo de conciencia cósmica,
pura, celeste,
de firmes principios coronada.
Eres abandono de sí misma,
luz de belleza inacabada.
PAULINA SE MIRA AL ESPEJO

Para Paulina


Paulina se mira al espejo
y pinta sus labios de color,
dejó atrás a la hermosa niña
ahora se viste como bella flor.

Se adorna con vistosos collares,
en sus mejillas coquetea el rubor,
satisfecha peina sus largos cabellos
y sonríe diciendo: ¡qué bella soy!

No sabe que la observo melancólico
y que extraño su tierno amor,
ese que me regalaba cuando niña
y que ausente se convierte en dolor.

Ella sigue mirándose en el espejo
y fluyen silenciosas palabras del corazón:
a veces el tiempo nos alejará, hija mía,
pero es así como se prueba el amor.