domingo, 25 de julio de 2010

Dicen, que al morir, el paraíso
será como uno lo imagina.

Por eso desde siempre, amor mío,
lo imagino cociéndome a tu piel
con hebras de oro
y tejiendo cada encuentro
con caricias ávidas de ensueños.

Lo imagino saboreando cada beso
húmedo que sale de tu boca,
donde me regalas tu aliento:
manantial de agua cristalina.

Si existe un paraíso, amor mío,
seguro sabe a tu recuerdo,
a tu mirada que me acoge, sin más solicitud,
que seamos siempre amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario