viernes, 8 de julio de 2011

DESPUÉS DEL AMOR...

Duermes
Cuido tu sueño
Respiro lentamente
tu cuerpo desnudo:
carbón humeante
lago en calma
Nuestro silencio es un clavel
sembrado en tu boca
Absorto, miro tus senos cubiertos
con el velo transparente del pudor
Afrodita dormida
Manzana al amparo de estos ojos,
mis ojos,
que han visto tu piel encendida:
llama azul en mis dedos de agua,
incienso que derrama su olor invadiéndolo todo

miércoles, 22 de junio de 2011

MORÍA

Sus ojos tenían el horror de un adiós sin esperanza: un olor de naufragio encallado en la Nada.
En la habitación, el abrazo del filo de la muerte aguardaba impaciente el último suspiro de
quien jamás creyó ser fruto, sino semilla arrojada a las piedras… una higuera seca despeñada al
Sol.
Pero él era mi amigo…
y sus gemidos arrancaban a pedazos la mortecina vestidura del silencio.
No supe que decirle.
Sólo tomé su mano y mi alma lloró a su lado suspendida en el misterio.
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“Siembra un poco de luz en sus ojos de muerte, un bálsamo de paz a su alma”,
—mi corazón oraba en silencio—.
Su mano apretó la mía.
“Gracias” —dijo—, y sus gemidos cesaron como un péndulo de reloj antiguo que detiene su
movimiento cansado de la vida.
Vendiste tu alma oh viejo amigo.
Hiciste de ella un sarcófago cubierto de polvo,
un refugio para la carroña
que alimenta gusanos que rechinan
sus colmillos a la sombra.
La semilla de tu talento la sembraste
en un camino izquierdo de ilusión,
donde celebras la misa oscura
y antiguos ritos paganos que te ciegan.
Hijo adoptivo de Caín, de Hiram el Forjador.
Ángel caído que esconde sus llagas,
su asfixiante vacío,
su ansiedad bulímica por tragarse un mundo
que se viste con Armani y perfume rancio.
Pavorreal que infla su cola en Mercedes Benz
para sentirse alguien.
Pobre hombre, pobre amigo mío:
llenas tus alforjas de oro
y un poder cubierto de lodo,
de termitas que te comerán
a la hora de tu muerte solitaria,
eternamente en el olvido.
Posición de loto.
Abro la puerta al silencio.
Aspiro hondo la paz
aquieto el ego.
Salen los miedos
por mis ventanas,
entra un diluvio de rayos solares
y un aroma de flores de mayo.
Sofoco el ruido,
le pongo una loza al caos.
Trasciendo la falsa ilusión
de las cosas,
el goce iracundo de la carne,
la desdicha del mundo,
la mirada obsesiva en la oscuridad.
Me libero de mi mismo
uniéndome a quien me lleva
en el puño de Su mano.
Los ojos de mi alma
abren sus pestañas,
la mirada descansa en el rojo horizonte
de sentirme vivo.
Quiero ser un corazón abierto
a pesar de todo.
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Me transfiguro en el niño
que antes fui, y pregunto:
"papi,¿por qué los hombres luchan entre sí?

lunes, 20 de junio de 2011

EL AROMA DE LA POESÍA

Agazapado a la sombra del verbo,
de su sonido
y su corazón abierto:

el aroma de la poesía…

Vagabundo perenne en
la rosa y sus espinas,
el tiempo
el amor
la muerte
y el olvido:

el aroma de la poesía…

Como llamarada inextinguible,
más allá del vaivén de la vida
y su misterio,
como efigie antigua
cubierta de polvo cristalino:

...el aroma de la poesía abre su alma,
su inefable silencio,
sus imágenes eternas de mármol
que danzan en armonía con el viento.

miércoles, 15 de junio de 2011

Mientras ella acariciaba su rostro estando desnudos, los ojos de él empezaron a brillar. Era el brillo anterior a las lágrimas, instante eterno de renacimiento, rojo de Sol ocultándose en el horizonte… brillo de una calma y confianza absoluta, combinado con cierto placer que clava sus raíces en la certeza de haber encontrado un alma afín a la suya. Derramó una lágrima de gozo que ella lamió sin prisa con su tibia lengua, intuyendo abrigándolo con un guiño de su corazón. Era la primera vez que estaban solos, y él ya la amaba. Como un tragaluz en pleno día de verano, él dejaba filtrar sin resistencia la luz de esa embriaguez, prisma multicolor de calma y ardor espiga trigo de su sexo: delicada plenitud por poseerla, como se posee un clavel en una mano algún día lluvioso.
Cuando el padre llegó a la celda donde estaba su hijo y estuvo frente a él, le dio una bofetada seca, rotunda. “Contraté a un abogado no para que te saque, sino para que tu sentencia sea justa”, le dijo. Y dicho esto sus lágrimas empezaron a caer. “Cuando salgas de aquí, te estaré esperando con el mismo amor de siempre y juntos, si tú quieres, empezaremos de nuevo”. Y sin decir más, salió de allí.