Un hondo gemido
retumba en la habitación.
Es el tuyo el mío entrelazados.
—El silencio huye y se esconde.
No quiere quedar calcinado
en la alquimia que hemos incendiado—.
El eco alimenta la siega
de mis dedos en tu cuerpo:
durazno aterciopelado,
manzana abierta y roja en su deseo,
frenesí abierto a la agonía
a la resurrección en nuestro paraíso.
Esta noche soy un péndulo
moviéndome al compás
de tu inagotable ir y venir
de hembra en cautiverio.
Intento descifrar te.
Eres enigma y laberinto
bosque y desierto.
Soy un absorto vigilante:
me muevo al ritmo de tu juego,
de tu gemido que detiene
el tiempo
mi tiempo
nuestro tiempo
eternidad compartida en cada gesto.
—El silencio huye y se esconde.
No quiere quedar calcinado
en la alquimia que hemos incendiado—.
viernes, 10 de junio de 2011
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