miércoles, 22 de junio de 2011

Vendiste tu alma oh viejo amigo.
Hiciste de ella un sarcófago cubierto de polvo,
un refugio para la carroña
que alimenta gusanos que rechinan
sus colmillos a la sombra.
La semilla de tu talento la sembraste
en un camino izquierdo de ilusión,
donde celebras la misa oscura
y antiguos ritos paganos que te ciegan.
Hijo adoptivo de Caín, de Hiram el Forjador.
Ángel caído que esconde sus llagas,
su asfixiante vacío,
su ansiedad bulímica por tragarse un mundo
que se viste con Armani y perfume rancio.
Pavorreal que infla su cola en Mercedes Benz
para sentirse alguien.
Pobre hombre, pobre amigo mío:
llenas tus alforjas de oro
y un poder cubierto de lodo,
de termitas que te comerán
a la hora de tu muerte solitaria,
eternamente en el olvido.

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