miércoles, 24 de marzo de 2010

MADRUGADA EN TAXI


Cuando todavía es de madrugada
y la oscuridad apenas se desvanece,
Denisse medita mientras observa
las calles de la ciudad, vacías y solitarias.

Su piel cansada de excesos
aún siente las manos que la tocaron
y las miradas que llenas de deseo
y sin pudor de hombre la miraron.

Y en ese frenesí de sensaciones
ella recuerda la voz de su pequeña,
que pregunta por la soledad de sus noches
y por el beso que nunca llega al acostarse.

Lágrimas furtivas asoman a sus ojos,
Denisse llora en silencio su incierto destino,
y de pronto recuerda en su corazón
a quienes la han amado en su camino:

el abrazo cálido de su madre,
el beso tierno de su primer amor,
y las palabras de perdón que en su conciencia
a cada momento deposita Dios.

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