miércoles, 22 de septiembre de 2010

A veces duele
vivir en esta piel,
ver en el espejo
mi rostro calcinado
por el tiempo:
las arrugas son zarzas
que arden y se pliegan
ante el misterio
que lentamente me evapora.

¡Duele ver tanto dolor
acumulado en la mirada
exhausta de los otros!
Pero duele más Tu voz:
murmullo apenas audible
en este lamento que me aturde.

Si Tú quieres
haz de mi el bálsamo,
el recipiente de agua
que lleve Tu humedad
a las lenguas sedientas
de Tu nombre.

Para que mi voz y mis manos
sean el humilde reflejo
de ese amor Tuyo que purifica
cada rincón de mi alma
envuelta en tu regazo.

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