viernes, 10 de junio de 2011

Un hondo gemido
retumba en la habitación.
Es el tuyo el mío entrelazados.

—El silencio huye y se esconde.
No quiere quedar calcinado
en la alquimia que hemos incendiado—.

El eco alimenta la siega
de mis dedos en tu cuerpo:
durazno aterciopelado,
manzana abierta y roja en su deseo,
frenesí abierto a la agonía
a la resurrección en nuestro paraíso.

Esta noche soy un péndulo
moviéndome al compás
de tu inagotable ir y venir
de hembra en cautiverio.

Intento descifrar te.
Eres enigma y laberinto
bosque y desierto.

Soy un absorto vigilante:
me muevo al ritmo de tu juego,
de tu gemido que detiene
el tiempo
mi tiempo
nuestro tiempo
eternidad compartida en cada gesto.

—El silencio huye y se esconde.
No quiere quedar calcinado
en la alquimia que hemos incendiado—.

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