miércoles, 15 de junio de 2011

Mientras ella acariciaba su rostro estando desnudos, los ojos de él empezaron a brillar. Era el brillo anterior a las lágrimas, instante eterno de renacimiento, rojo de Sol ocultándose en el horizonte… brillo de una calma y confianza absoluta, combinado con cierto placer que clava sus raíces en la certeza de haber encontrado un alma afín a la suya. Derramó una lágrima de gozo que ella lamió sin prisa con su tibia lengua, intuyendo abrigándolo con un guiño de su corazón. Era la primera vez que estaban solos, y él ya la amaba. Como un tragaluz en pleno día de verano, él dejaba filtrar sin resistencia la luz de esa embriaguez, prisma multicolor de calma y ardor espiga trigo de su sexo: delicada plenitud por poseerla, como se posee un clavel en una mano algún día lluvioso.

1 comentario:

  1. Deliciosa tarea me encomendaste Vicente.Un verdadero placer!!

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